lunes, 9 de febrero de 2009

El "Caracortada" nazi al rescate del Duce.


Otto Skorzeny, nació el 12 de junio de 1908 en Viena, Austria. Nacido en el seno de típica familia vienesa de clase media, acabó cursando estudios en la Universidad de Viena. Aficionado a las competiciones de cuerpo a cuerpo, se afilió a la sociedad de duelistas "Schlagende Verbindungen " donde llegó a tener 15 duelos con sable. En uno de ellos recibió una herida en la cara que le dejó una cicatriz en el lado izquierdo. Años más tarde, señaló que entrar en batalla no era nada comparado con su primer duelo. Se afilió en el Partido Nacionalsocialista Austriaco en 1930, convirtiéndose en un defensor de la unión de Austria con Alemania. Al ser de gran corpulencia y atlético, fue nombrado miembro del equipo de guardaespaldas de Hitler. En 1940, se presentó como voluntario a la Waffen-SS consolidando una gran carrera militar que lo llevó rápidamente a convertirse en suboficial y luego a la escuela militar para postular a oficial. Fue ascendido a Teniente y enviado a la Campaña de los Balcanes. También participó en la Operación Barbarossa resultando herido a fines de 1941 y enviado a casa para recuperarse de las heridas. En 1942 fue condecorado con la Cruz de Hierro.

El 29 de julio de 1943, el SS-Hauptsturmführer Skorzeny, fue llamado al Cuartel General de Hitler junto con varios oficiales de alto rango. Una vez los hubo despedido, Hitler se quedó a solas con Skorzeny. Le comunicó que Mussolini había sido arrestado por el gobierno de Badoglio que estaba negociando la paz con los aliados. Hitler decidido en libertar a Mussolini para que Italia continuara en la guerra, mandó a Skorzeny la liberación del Duce. El gobierno de Badoglio supo de la operación y trató de evitar que le localizaran. Pero en un golpe de suerte interceptó un mensaje que indicaba que Mussolini permanecía capturado en el Hotel-refugio Campo Imperatore, en Gran Sasso, situado en el pico más alto de los Apeninos, a unos 160 km. de Roma.

Skorzeny sobrevoló el lugar en un avión de reconocimiento y pudo ver soldados apostados vigilando todas las vías de acceso, pero reparó en una pequeña pradera que había cerca del hotel. Sopesó las distintas posibilidades y optó finalmente por aterrizar con sus hombres a bordo de planeadores sobre el prado contiguo al hotel. Para ello reunió 12 planeadores, cada uno con capacidad para 10 hombres. Al poco de despegar, varios planeadores se perdieron, incluidos los dos primeros de modo que Skorzeny se vio obligado a liderar el grupo hasta su destino. Al aproximarse, comprobó que el lugar donde iban a descender era demasiado inclinado. El planeador en el que viajaba se precipitó contra al suelo a escasa distancia del hotel. Skorzeny salió del avión, escaló un muro hasta superarlo y entró en el hotel a la vez que los sorprendidos guardias italianos intentaban salir y preparar sus armas. Subió por unas escaleras al final de las cuales encontró a Mussolini en una habitación custodiado por dos oficiales italianos. Pero los paracaidistas de Skorzeny aparecieron por la ventana armados con sus metralletas y los oficiales italianos depusieron sus armas. El rescate de Mussolini duró apenas cuatro minutos.

Skorzeny y Mussolini viajaron a Viena donde fueron recibidos por Hitler. Skorzeny fue felicitado por el Fuhrer; y se le entregó la Cruz de Caballero y además se le ascendió a Sturmbannführer de las Waffen SS.

Su importancia en la Segunda Guerra Mundial no quedó ahí, teniendo especial relevancia también en la Batalla de las Ardenas. Durante sus últimos años Otto Skorzeny vivió en Alcudia (Mallorca) y murió de cáncer en Madrid el 7 de julio de 1975 a los 67 años. Fue incinerado y sus restos inhumados en Austria.

miércoles, 4 de febrero de 2009

La Gesta de Guzmán



Agosto del año 1294, el levante transporta un angustiado y estremecedor lamento procedente de las Columnas de Hércules que recorre toda la provincia gaditana. Es el lamento de una mujer que ve como su hijo primogénito es degollado ante sus ojos.

A finales del año 1293 las tropas musulmanas formadas por granadinos y marroquíes, deciden poner sitio a la plaza de Tarifa, conquistada apenas un año antes por las huestes del rey castellano Sancho IV “El Bravo”.

Entre las filas musulmanas contamos con la presencia del infante Don Juan, enfrascado en disputas sucesorias con su hermano Sancho, y antagonista de esta historia. A su vez, en el lado castellano nos encontramos con el protagonista, Don Alonso Pérez de Guzmán nombrado alcaide de la villa poco antes de que las tropas musulmanas pusieran cerco a la ciudad.

El sitio se prolongaba sin éxito, mientras que los refuerzos cristianos se preparaban para ir en auxilio de los sitiados. Llegado el mes de Agosto del año 1294, y ante los fracasados intentos por conquistar la villa, el infante Don Juan idea un plan maquiavélico para medrar la resistencia numantina mantenida por los tarifeños con su alcaide a la cabeza. Este plan no era otro que amenazar a Don Alonso, utilizando para ello a su primogénito; el cual fue capturado por las huestes de Don Juan, probablemente cuando el joven trataba de hacer llegar un mensaje para las tropas cristianas; amenazando con degollarlo si no es entregada la ciudad.

Y fue ese verano de 1294 cuando la historia pasó a ser leyenda. Don Juan se presentó a los pies de la torre octogonal del castillo tarifeño instando al alcaide a rendir la plaza.

- ¿Conoces a este niño, Don Alonso?

- Conozco que es mi hijo mayor y el más amado y querido, pésame mucho verle en vuestro poder y no en el de a quien yo lo enviaba.

No hizo falta que Don Juan lanzará su amenaza, Don Alonso comprendió que estaba entre la espada y la pared. Observaba las murallas de la ciudad, y a sus habitantes, encaramados en ellas siendo testigos mudos del acto, y fue en ese momento cuando su voz se elevó su voz sobre las almenas de la fortaleza:

- No engendré yo hijo para que fuese contra mi tierra; antes engendré hijo a mi patria para fuese contra todos los enemigos de ella. Si tu lo acabas me darás gloria, a mi verdadera vida, y a ti, infamia en el mundo, y, después condena eterna…

- Y si no tienes puñal, ahí va el mío.

Tras este acto Don Alonso se retiró al interior de la fortaleza acompañado de un silencio sólo roto por los arrullos del levante. Instantes después el joven fue asesinado. Días después el cerco fue levantado y la Ciudad de Tarifa permaneció en manos castellanas.

Desde ese día Don Alonso Pérez de Guzmán recibió el apelativo de “El Bueno”. Apelativo el cual no compartiría su esposa, María Coronel, para la cual supuso un tremendo golpe que terminó por acabar con la lucidez de la dama castellana.

Valgan estas líneas para recordar un suceso que fue fuente de inspiración para anteriores generaciones, y que en la actualidad ha quedado arrinconado en el olvido, quizás por la crueldad del acto.

Sin duda alguna nos encontramos con un episodio heroico digno de otra época, época marcada por la violencia, algo que no difiere mucho de la actual, pero en la que el honor, la lealtad y la gloria marcaban a los hombres.


Torre de Guzmán, se cree que fue el lugar desde donde se lanzó el puñal.

lunes, 2 de febrero de 2009

Retorno a Sefarad


En 1609, Felipe III “El piadoso”, rey de España y Portugal decretó la expulsión de los moriscos de las tierras hispanas, aunque se enumeraron varias razones para su expulsión fue si duda la necesidad de una monarquía corrupta y manirrota, apoyada por una iglesia fanática, supersticiosa y ansiosa de riquezas, de apropiarse de los bienes de los moriscos, la causa principal, y en mi opinión única por el cual se procedió a su expulsión de las tierras hispanas.

“La operación salida” se realizó entre el 1609 y el 1611, uno de los puntos clave fue la Ciudad de Tarifa, desde la cual se efectuaba el embarque de los moriscos que partían rumbo al continente africano.

Miles de criaturitas fueron concentradas en los campos que circundan la “Muy Noble y Leal Ciudad de Tarifa”, vigiladas muy de cerca por las tropas reales, cuyos integrantes aprovechaban cualquier ocasión para extorsionar y vejar a los desventurados que esperaban pacientemente que fueran trasladados a algunas de las naves reales encargadas del cruce del Estrecho de Gibraltar.

Se cuenta que las familias moriscas realizaban en su espera escondrijos donde guardar sus pertenencias más valiosas, ya que la corona no les permitía embarcar con nada de valor salvo sus vidas.

Miles de moriscos sembraron de riquezas las entrañas de la campiña tarifeña con la esperanza de que en una futura retorno a su hogar pudieran recuperar ese patrimonio que ayudará a retomar la vida que un día dejaron atrás.

Con el paso del tiempo los moriscos nunca regresaron a su hogar, y los tesoros que estos escondieron quedaron recogidos al abrigo de la madre naturaleza.

Sólo los más viejos del lugar recuerdan historias relatadas por sus mayores donde se hablan de riquezas en lugares cercanos a sus hogares, y de extraños personajes de aires morunos que recorrían los campos, montes, y recovecos de la campiña sin ningún motivo aparente salvo el de admirar el paisaje.

¿Quedaran las pertenencias de esos moriscos ocultas todavía o sus descendientes las habrán recuperados?, sea como sea, y dejando a un lado la leyenda la historia nos deja un episodio que desgraciadamente se ha repetido en innumerables ocasiones, no siendo difícil imaginar las penurias pasadas por estas personas que dejaban atrás todo lo que querían por culpa de la ambición de los poderosos.